Arnulfo Romero

Ya son 25 años de su asesinato. 25 años que mataron al cura, al arzobispo, pero también el hombre revolucionario y defensor se su pueblo. Su pensamiento persite: ¡Romero vive!



Romero aún vive
Randall Corella V.

25 años. Miles de salvadoreños recordarán este 24 de marzo, la muerte de monseñor Romero.

Bastó solo un certero disparo. Estaba de pie junto al altar, con los brazos en alto, sosteniendo frente a los fieles la hostia y el cáliz. Acababa de pronunciar su última homilía, cuando una bala perforó su atuendo de obispo y siguió directo hacia su corazón.

Eran las 6:15 p.m., nadie vio entrar al francotirador en la capilla del Hospital de la Divina Providencia, en San Salvador. Todos estaban de rodillas y con la cabeza baja . La detonación los hizo levantarse y correr para auxiliar al celebrante que yacía sobre un charco de sangre.

La noticia fue dada en los medios de prensa por monseñor Ricardo Urioste: "El pueblo bueno de El Salvador está de luto, han matado a monseñor Romero".

La llamada "voz de los sin voz" había callado. Óscar Arnulfo Romero, arzobispo de San Salvador fue asesinado la tarde del 24 de marzo de 1980, mientras celebraba misa en un hospital para pacientes de cáncer de la capital.

Sus sermones dominicales se habían convertido en alegatos en favor de los pobres y una denuncia contra el gobierno salvadoreño, las fuerzas armadas y los "escuadrones de la muerte". Cada homilías se traducía en una amenaza de muerte para él.

"&...;Esta semana me llegó un aviso de que estoy yo en la lista de los que van a ser eliminados la próxima semana. Pero que quede constancia de que la voz de la justicia nadie la puede matar ya", dijo un mes antes de morir.

Y cumplieron su palabra. El cuerpo de Romero fue enterrado en la Catedral Metropolitana de San Salvador, pero su voz es recordada por miles de personas, 25 años después de que un disparo intentara callarla.

Voz punzante. Óscar Arnulfo Romero y Galdámez nació el 15 de agosto de 1917, en Ciudad Barrios, departamento de San Miguel. Fue el segundo de los ocho hijos engendrados por Santos, un empleado de correo, y Guadalupe, un ama de casa.

Ingresó al Seminario Menor de San Miguel en 1931 y seis años después comenzó sus estudios en el Seminario Mayor de San José de la Montaña, en San Salvador.

Viajó a Roma para proseguir sus estudios de teología y, ahí, fue ordenado sacerdote el 4 de abril de 1942. Quiso hacer su tesis doctoral en Italia, pero el inicio de la II Guerra Mundial lo hizo volver a El Salvador.

Su labor como párroco comenzó en la Anamorós, un pueblito en el departamento de La Unión, y luego pasó a San Miguel, donde trabajó durante 20 años.

En 1966, fue elegido Secretario de la Conferencia Episcopal de El Salvador y, cuatro años más tarde, fue ordenado obispo y nombrado auxiliar de monseñor Luis Chávez y González.

El 14 de diciembre de 1974 tomó posesión como obispo de la Diócesis de Santiago de María, también en San Miguel, y el 23 de febrero de 1977, fue designado arzobispo de San Salvador.

Su llegada al arzobispado fue recibida con alegría por los grupos de poder, pues Monseñor inició su labor de forma tradicionalista y conservadora.

Sin embargo, el 12 de marzo de ese año fue asesinado el sacerdote jesuita Rutilio Grande, un gran amigo del nuevo arzobispo. Romero instó al gobierno para que investigara esta muerte y, como no obtuvo respuesta, cambió el rumbo de su ministerio en lo que algunos llamaron "conversión".

"Monseñor decidió acompañar al pueblo en su calvario de miseria y muerte&...; Dio a la arquidiócesis un impulso profético nunca antes visto, su lema fue 'sentir con la Iglesia'", reza una biografía en la página web de la Fundación Monseñor Romero.

El arzobispo se acercó a los campesinos, realizó incontables visitas pastorales, celebró misas en diferentes comunidades. La gente lo llamó "la voz de los sin voz", porque en sus homilías denunciaba la etapa de violencia que se vivía en El Salvador.

"Mientras haya madres que lloran la desaparición de sus hijos, mientras haya torturas en nuestros centros de seguridad&...; no puede haber paz y seguirán sucediendo los hechos de violencia y sangre", pregonaba.

Algunos lo acusaron de revolucionario marxista y de incitar a la violencia, otros le otorgaron doctorados Honoris causa y lo nominaron al Premio Nóbel de la Paz. Así como ganó admiradores, muchos enemigos promovieron su asesinato cuando se iniciaba en el país una guerra civil que, en 12 años, cobró 75.000 vidas.

"Yo quisiera hacer un llamamiento a los hombres del ejército&...; Hermanos, son de nuestro mismo pueblo, matan a sus mismos hermanos campesinos y ante una orden de matar que dé un hombre, debe prevalecer la ley de Dios&...;En nombre de Dios, pues, y en nombre de este sufrido pueblo&...; les suplico, les ruego, ¡les ordeno!: ¡Cese a la represión!", proclamó en su penúltima homilía.

Al caer la tarde del 24 de marzo de 1980, fue asesinado por un francotirador, cuando oficiaba misa en la capilla del hospital de la Divina Providencia.

La Catedral Metropolitana se llenó con miles de personas que asistieron a su funeral. Sus restos descansan en una cripta dentro del templo, que se ha convertido, junto con la capilla donde fue asesinado, en centros de oración y peregrinación.

Un cuarto de siglo después de su deceso, la iglesia católica salvadoreña busca la canonización de Monseñor, mientras cientos de fieles se preparan para recordar a su querido "San Romero de América", inspirados en una de sus frases más punzantes:

"Si me matan, resucitaré en el pueblo salvadoreño... Un obispo morirá, pero la Iglesia de Dios, que es el pueblo, no perecerá jamás".