¿Existe algo más rico que un clítoris?
La cosa fue después del ensayo, tuvimos una pequeña reunión y las guitarras llegaron a nuestras manos y no sólo eso, también llegaron más invitadas que se unieron a la cantada. Y ahí llego ella, una amiguita que hacía buen rato que no veía: Cabello suelto, risado, blusa de tirantes, sin espalda, pantalón de mezclilla a la cadera (y pesar que este tipo de pantalones me llegó a caer muy mal). En resumen, para mí, la niña se veía buenísima.
Después de unas canciones más, mis manos cambiaron de curvas, ya no eran las de la guitarra, sino las de esta linda niña las que recorría. La cosa estaba tan candente que terminamos por escaparnos a uno de los camerinos del teatro. Luego de más besos y caricias por aquí y por allá, ella se aferró de mi más sensible parte… Sí, la sacó del pantalón y comenzó a acariciarla riquísimo. Mis manos no se quedaron quietas y desabrocharon su pantalón para poder tocar su cosita también…
Para no hacer el cuento largo diré que lo del título se dio porque, como yo acababa de terminar un ensayo no traía conmigo condones, y no podía quedarme sin probar aquella deliciosa vagina tan húmeda, pues me decidí a bajar a beber… Me deshice de su pantalón y de la hermosa tanguita que traía y así, sentada sobre un sillón y yo a sus pies, empecé a besarla. Primero los muslos, después los labios, luego un poquito a meterle la lengua, ella empezó a perderse… Estuve un buen rato besando su vagina por todos lados, entrando y saliendo con mi lengua hasta que por fin me detuve en su clítoris. Fue como un choque eléctrico, ella se tensó completita, sus piernas era duras como rocas y sus manos casi me dejan sin cabellos, después se relajó por completo, sus piernas completamente abiertas dejándome actuar a mi entero gusto. Me quedé ahí, jugando con mi lengua en su clítoris, bebiendo esa delicia que me regalaba, metiendo eventualmente uno o dos deditos en su vagina, apretando sus nalgas…
Llegó el momento, ella comenzó a temblar y casi se arranca las tetas de los jalones que se daba en los pezones, mientras mi lengua terca no se separaba de su clíitoris a pesar de sus espasmos. Me alabó, me maldijo y no sé que tantas cosas más antes de terminar tan suelta como una muñequita de trapo así sobre ell sillón, con su pantalón y su tanga en el suelo y su blusa subida por encima de sus tetas que seguían altivas apuntando al techo...
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AQUÍ todavía pueden participar en la ENCUESTA; estamos en la última semana.